Educación popular transformadora

La educación popular es uno de los conceptos abordados por Paulo Freire, quien reconoce este concepto a raíz de la educación progresista. Analizando la trayectoria social e histórica en América Latina, este autor logra reflexionar sobre los procesos educativos, pedagógicos y éticos sobre la liberación intelectual.

La educación debe ser una herramienta que les permita tanto a los educadores como a educandos aprender a leer la realidad para escribir su historia. Esto para Freire es de vital importancia porque les da la oportunidad a ambas partes de comprender el mundo y actuar en función de guías educativos.

Con base en esto, Freire destacó cuatro dimensiones para esta educación:

Educar es conocer críticamente la realidad

La educación, según Freire, es un proceso de toma de conciencia y conocimiento que precede a la comprensión de la palabra. Su método de alfabetización implica la apropiación crítica de la realidad mediante el diálogo sobre problemas significativos, donde educandos y educadores construyen nuevos saberes de manera colectiva y dialógica. Freire destaca la naturaleza colectiva y práctica del conocimiento, y aboga por una pedagogía de la pregunta, reconociendo que el proceso educativo es inacabado y que los resultados del conocimiento son susceptibles de perfeccionamiento.

En este enfoque, la preocupación sobre qué conocer y cómo conocer está subordinada a preguntas más fundamentales sobre los propósitos de la práctica educativa: para qué conocer, a favor de quién y para quién conocer. Freire sostiene que toda actividad educativa es intencional y, por ende, política. En resumen, su enfoque educativo se centra en la participación activa, la construcción colectiva de conocimiento y la conciencia crítica, destacando que la educación es un proceso continuo y transformador.

Educar es comprometerse con la utopía de transformar la realidad

Paulo Freire sostiene que la educación es inherentemente política y nunca es neutral, ya que todas las prácticas educativas involucran valores que reproducen, cuestionan o transforman las relaciones de poder en la sociedad. Para Freire, existen dos tipos de prácticas educativas: las conservadoras, que buscan ocultar las raíces de los problemas sociales al enseñar contenidos, y las progresistas, que buscan revelar esas raíces y desafiar a los educandos a percibir el mundo como cambiante y sujeto a transformación.

El educador progresista, según Freire, debe tener un compromiso ético y político en la construcción de un mundo más justo, manteniendo la capacidad de indignación frente a la injusticia. La educación liberadora tiene como objetivo no solo partir de la realidad, sino también transformarla, contribuyendo a visiones de futuro que eliminen las divisiones sociales y permitan a las personas superar obstáculos adversos mediante prácticas educativas críticas vinculadas a transformaciones sociales.

Educar es formar sujetos de dicho cambio

Paulo Freire sostiene que la esencia de la educación reside en la naturaleza inacabada de los seres humanos. Reconociendo nuestra condición de seres en construcción, la necesidad de otros para conocer y transformar el mundo se vuelve fundamental. Freire argumenta que la educación, concebida como comunicación y diálogo, no es meramente un método o estrategia, sino la condición esencial para la formación de sujetos. En este contexto, el diálogo adquiere un carácter antropológico y ético, siendo la base para reconocerse como sujetos en constante desarrollo.

Para Freire, la esperanza es crucial en la educación, ya que perderla implica renunciar a la posibilidad de transformación y conocimiento. Propone una “pedagogía de la esperanza” que desafíe la fatalidad impuesta por el poder dominante. Frente al desaliento, aboga por el derecho a soñar y sostiene que “otro mundo es posible”. La pedagogía crítica, según Freire, debe contribuir a construir sueños, reinventar utopías y sembrar esperanzas de cambio. Su enfoque influyó en la Educación Popular en América Latina, destacando la necesidad de una educación comprometida con la transformación social y cultural, partiendo de una crítica profunda a la injusticia y adoptando metodologías dialógicas y democráticas.

Educar es diálogo

La educación popular, surgida en respuesta a la radicalización de las luchas sociales en América Latina durante el exilio de Paulo Freire, se define como una corriente pedagógica comprometida con la transformación social. Guiada por un enfoque crítico y ético-político emancipador, busca formar una conciencia crítica en los educandos mediante metodologías basadas en el diálogo y la acción colectiva. Aunque comparte rasgos fundamentales, su aplicación varía según contextos nacionales, adaptándose a las necesidades y realidades locales, desde la restauración de la democracia en Chile hasta la asociación con luchas campesinas e indígenas en Bolivia y Perú, evidenciando su naturaleza flexible y diversa.

Educación popular en el siglo XXI

La educación popular ingresa al siglo XXI con una acumulación derivada de sus luchas por cambiar la sociedad y facilitar la liberación de todas las formas de dominación.

Esto le permite presentar al ámbito educativo, en sus diversas manifestaciones, una visión respaldada por teorías, propuestas pedagógicas y metodologías correspondientes. En este contexto, proporciona a los educadores críticos una propuesta que puede ser aplicada en toda la sociedad, reconociendo que hacerlo desde las perspectivas de los grupos oprimidos y excluidos posibilitará la transformación de esa realidad, contribuyendo a la construcción de sociedades más equitativas y humanas. Es fundamental que esta propuesta, enriquecedora en su diversidad, no permita la proliferación de desigualdades y el control basado en motivos como clase, género, etnia, raza, orientación sexual, edad, condiciones físicas u otros.

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